Esta tarde, se ha rendido un cálido homenaje y reconocimiento a Joaquina Castora Valencia Rodríguez, conocida cariñosamente como “La Salamina” durante el cambio de denominación de la Calle Norte a Calle ‘Castora Valencia, La Salamina’.
Castora abrió una escuela en su casa durante la posguerra, donde enseñó a leer, escribir y contar a niños y niñas de La Farrapa, con recursos muy limitados.
‘La Salamina’ compartió su labor docente con el sacerdote D. José Hidalgo, ampliando las instalaciones educativas a otras habitaciones de su casa, incluyendo la cuadra y el pajar. Esta iniciativa altruista se convirtió en la semilla de lo que hoy conocemos como las Escuelas Parroquiales del Sagrado Corazón.
Durante el sencillo acto de esta tarde en la casa donde vivió, el número 27 de la que desde hoy lleva su nombre ‘Castora Valencia, La Salamina’ y al que han asistido familiares, vecinos y antiguas alumnas de ‘La Salamina’, el alcalde de Olivenza ha destacado la importancia de este día y de un barrio que no se entendería lo que es hoy sin la figura de ‘La Salamina’.
Manuel J. González Andrade, ha resaltado que este acto, de cambio de nomenclatura de la calle donde Castora Valencia vivió, ‘realza aún mas su legado, para que permanezca a lo largo del tiempo y otros puedan conocer lo que hizo y quien fue, y lo hizo a través de la herramienta más importante para cambiar el mundo como es la educación, en momentos de posguerra y siendo mujer’, ha enfatizado el primer edil oliventino.
A la ceremonia también han estado presentes, dos de los ocho hijos que tuvo Castora, Máxima y Victoria, y nietas, entre otros familiares, además del presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos de las Escuelas Parroquiales, José Mariano Fernández, quien recitó un emotivo poema dedicado a la Salamina.
Castora Valencia ‘La Salamina’
Castora fue un ejemplo de solidaridad con los más necesitados, un ejemplo de sacrificio por los demás probablemente influenciada por su madre que aprendió de ella, tanto conocimientos como valores.
Trabajó como sirvienta, de una familia burguesa oliventina, desde los 12 años, destacando su dedicación al trabajo.
En 1941, inspirada por su madre, abrió una escuela en su casa durante la posguerra.
Enseñó a leer, escribir y contar a niños y niñas de La Farrapa, con recursos muy limitados.
Logró reunir a un grupo de niños y niñas de todas las edades del barrio con ganas de aprender, y a un grupo de madres con ganas de tenerlos recogidos.
El aula donde los nuevos alumnos se formarían era en realidad la cocina de la casa de Castora. La pobreza en que vivía la familia debido a la Guerra hizo que la habitación careciera de mobiliario.
En la escuela de Castora los jóvenes aprendieron con ella a leer, escribir y hacer cuentas; incluso a tener una buena caligrafía.
En 1943, compartió su labor de enseñanza con el sacerdote D. José Hidalgo, ampliando las instalaciones educativas a otras habitaciones de su casa, incluso la cuadra y el pajar. Ella daba clases por las mañanas, mientras que el párroco lo hacía por las tardes.
Cedió su casa y sus recursos para el beneficio de la comunidad, mostrando generosidad y visión de futuro.
Se casó con Enrique Fernández (alias Churrelo) en 1924 y tuvo ocho hijos.
Vivió gran parte de su vida en la C/ Norte, nº 27, que se convertiría en su hogar definitivo.
Por todo ello y por ser un referente de la formación y educación de muchos oliventinos por dedicación altruista, su contribución a la enseñanza y su sacrificio por la comunidad, la Asociación de Antiguos Alumnos de las Escuelas Parroquiales, propusieron al Ayuntamiento de Olivenza, el cambio de nomenclatura de la calle donde vivió a calle ‘Castora Valencia La Salamina’, que fue ratificado en pleno y aprobado por la Corporación Municipal.